martes, 2 de septiembre de 2014

LA MUJER DE MIS SUEÑOS. Parte 4

Él estaba nervioso se habían citado en un café para charlar cara a cara por primera vez. Daniela se había reído al verlo probarse tantas camisas, quería lucir bien, quería que ese encuentro fuera  inolvidable.
¿Cómo vestiría ella? A medida que habían pasado los días el recuerdo de su sueño lo hacía temblar, amaba cada parte su cuerpo, aquellas zonas que recordaba haber besado con pasión, más que una primera cita era el reencontrarse con alguien que conocía muy íntimamente.
Y eso que nunca se habían visto.
La vio llegar. 
Ella lo busco con la mirada y lo encontró, al verlo sonrió y se dirigió hasta donde la esperaba nervioso.
Durante todo el tiempo ella  solo pensó en algo,   sentía desde que supo de él, que lo conocía desde siempre.
La charla aunque en principio fue tirante, al poco tiempo fue llevando a más y más a conocerse.
La risa de ella lo embriagaba, el recordar su sueño lo hacía imaginar muchas más cosas y lo movilizaba el pensar remotamente que ella pudiera cumplir su sueño.
-¿Qué te .sucede que  te quedaste callado?
-Pensaba… en que parece que nos conocemos desde hace muchos años, cualquiera que nos ve podría imaginarse que tenemos una historia desde hace años.
Pudo sentir el momento exacto en que ella se cerró, podía leer su rostro a pesar de que ella ni se inmuto...
-No quise decirlo de esa manera, yo solo…
Ella bajo la mirada hacia la servilleta y por un momento analizo la situación, respiro profundamente antes de hablar.
-Cuéntame de tu hija, háblame de Daniela
Se sintió acorralado, no era que no quisiera charlar de su hija ni intento en ningún momento  esconderla,  sólo que era muy difícil para él charlar sobre ese tema, pero entendía desde el punto de vista que ella se interesaba, el gran tema no era sobre la pequeña , sino sobre la madre. Si era la mujer de  sus sueños lo entendería, si no cortaría toda relación con ella… hubiera preferido tener más tiempo.
-Daniela es mi hija, tiene seis años.
Su voz casi era un murmullo. Ella podía escuchar su respiración y sabía que era algo que le dolía, no quería herirlo pero necesitaba saber.
-Hace unos años conocí a una mujer… se llamaba Ana, durante un par de meses salimos como amigos, fuimos una noche a una fiesta y aunque jamás bebo porque con medio vaso de cerveza me duermo -sonrió-, esa noche al parecer lo hice más de la cuenta, desperté al otro día en una cama con  ella, me aseguro que nunca había estado con otro que era su primer hombre… yo le creí porque no tenía por qué dudarlo.
 El asunto fue  que no era verdad, más tarde me entere que esa noche en la que según ella había pasado de todo, realmente no pasó nada, me sentía responsable por ella la  veía sola, vulnerable, y le creí. Con el tiempo prácticamente vivíamos juntos o en su casa o en la mía, eso le molestaba a mis hermanas, ellas la veían como era en verdad   pero yo no veía más allá de lo que ella quería que viera, no está bien que le eche toda la culpa, yo tendría que haberlo previsto, un día mi hermana me dijo que mientras yo estaba trabajando ella se veía con uno de los obreros, no le creí.
 Hasta que  me aparecí en su casa, te diré que lo que vi no me dejo dudas, que no solo yo no fui el primer hombre con quien estuvo sino que además habían muchos otros, corte toda relación con ella me negué a oírla, me sentía traicionado y podría haberla matado si la veía nuevamente . Un día se apareció en casa cuando no estaba, hablo con mis hermanas y ellas sin decirme nada provocaron el encuentro, ella tenía por lo menos seis meses  de embarazo, me dijo que ese bebé era mío, yo que le iba a creer- había un dejo de  amargura en su voz-, la quise echar pero mis hermanas me pidieron que la escuchara, me contó su historia, una muy triste, ella estaba ahí no para pedir volver, ni que la perdonara,  al parecer no quería al bebé y me pedía que lo tuviera yo. Al principio me reí ¿cómo creerle si yo la había visto con mis propios ojos?
 Una vez más mis hermanas abogaron por ella, por la criatura que no tenía culpa, ella me daba la opción de que me quedara yo con mi hijo, antes de entregarlo en adopción, ella no podía ni quería cuidar ese niño.
Lo pensé y la lleve al médico, le hicieron estudios, en definitiva ese bebé era mío, me encargue de sus cuidados, pero no volví a verla con los mismos ojos.
Cuando dio a luz me mando un mensajito de texto para avisarme que la bebé estaba en el hospital y que la fuera a buscar, nunca la miro ni siquiera cuando la asistente social la hizo firmar los papeles en donde me cedía la custodia total y la patria potestad sobre la niña, ella dio vuelta la cara y no la quiso ver,  ni una vez.
Fue difícil al principio cuidar un bebé, pero mis hermanas me ayudaron, cuando Dani tenía como tres años se me ocurrió salir con una mujer, pensé que podía darme otra oportunidad, todo iba bien hasta que supo de Daniela y ya no quiso saber más nada de seguir saliendo. Quizás por eso no la mencione antes, pero ella y yo somos un paquete.
Respiro profundamente, durante todo ese tiempo la había mirado fijamente a la cara, y no había cambiado, pero en esa última frase bajo los ojos, no quería ver su asco, esa mujer, la que soñó lo habría entendido, pero ésta era de carne y hueso, no podía mirarla.
-Me imagino que debe haber sido difícil para ti todo eso, pero yo me refería a que me contarás de tu hija, ¿Cómo es ella?
Al oírla sus ojos buscaron en su rostro una señal un indicio, no había asco ni nada por el estilo solo había una sonrisa, una sonrisa que le decía que lo entendía, que lo aceptaba.
-Todos tenemos una historia detrás nuestro, nadie que se precie de decir que vive, está exento de sufrir, pero lo bueno es que podemos levantarnos de nuestras caídas y seguir adelante.
Sonrío y comprendió que fácil era amarla, ella era real.
La conversación continuó, durante horas. 

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