Él estaba nervioso se habían
citado en un café para charlar cara a cara por primera vez. Daniela se había
reído al verlo probarse tantas camisas, quería lucir bien, quería que ese
encuentro fuera inolvidable.
¿Cómo vestiría ella? A
medida que habían pasado los días el recuerdo de su sueño lo hacía temblar,
amaba cada parte su cuerpo, aquellas zonas que recordaba haber besado con
pasión, más que una primera cita era el reencontrarse con alguien que conocía muy
íntimamente.
Y eso que nunca se habían
visto.
La vio llegar.
Ella lo busco con la mirada
y lo encontró, al verlo sonrió y se dirigió hasta donde la esperaba nervioso.
Durante todo el tiempo ella
solo pensó en algo, sentía desde
que supo de él, que lo conocía desde siempre.
La charla aunque en principio
fue tirante, al poco tiempo fue llevando a más y más a conocerse.
La risa de ella lo
embriagaba, el recordar su sueño lo hacía imaginar muchas más cosas y lo
movilizaba el pensar remotamente que ella pudiera cumplir su sueño.
-¿Qué te .sucede que te quedaste callado?
-Pensaba… en que parece que
nos conocemos desde hace muchos años, cualquiera que nos ve podría imaginarse
que tenemos una historia desde hace años.
Pudo sentir el momento
exacto en que ella se cerró, podía leer su rostro a pesar de que ella ni se
inmuto...
-No quise decirlo de esa
manera, yo solo…
Ella bajo la mirada hacia
la servilleta y por un momento analizo la situación, respiro profundamente
antes de hablar.
-Cuéntame de tu hija,
háblame de Daniela
Se sintió acorralado, no
era que no quisiera charlar de su hija ni intento en ningún momento esconderla, sólo que era muy difícil para él charlar sobre
ese tema, pero entendía desde el punto de vista que ella se interesaba, el gran
tema no era sobre la pequeña , sino sobre la madre. Si era la mujer de sus sueños lo entendería, si no cortaría toda
relación con ella… hubiera preferido tener más tiempo.
-Daniela es mi hija, tiene
seis años.
Su voz casi era un
murmullo. Ella podía escuchar su respiración y sabía que era algo que le dolía,
no quería herirlo pero necesitaba saber.
-Hace unos años conocí a
una mujer… se llamaba Ana, durante un par de meses salimos como amigos, fuimos
una noche a una fiesta y aunque jamás bebo porque con medio vaso de cerveza me
duermo -sonrió-, esa noche al parecer lo hice más de la cuenta, desperté al
otro día en una cama con ella, me
aseguro que nunca había estado con otro que era su primer hombre… yo le creí
porque no tenía por qué dudarlo.
El asunto fue
que no era verdad, más tarde me entere que esa noche en la que según
ella había pasado de todo, realmente no pasó nada, me sentía responsable por
ella la veía sola, vulnerable, y le
creí. Con el tiempo prácticamente vivíamos juntos o en su casa o en la mía, eso
le molestaba a mis hermanas, ellas la veían como era en verdad pero yo no veía más allá de lo que ella
quería que viera, no está bien que le eche toda la culpa, yo tendría que
haberlo previsto, un día mi hermana me dijo que mientras yo estaba trabajando
ella se veía con uno de los obreros, no le creí.
Hasta que me aparecí en su casa, te diré que lo que vi
no me dejo dudas, que no solo yo no fui el primer hombre con quien estuvo sino
que además habían muchos otros, corte toda relación con ella me negué a oírla,
me sentía traicionado y podría haberla matado si la veía nuevamente . Un día se
apareció en casa cuando no estaba, hablo con mis hermanas y ellas sin decirme
nada provocaron el encuentro, ella tenía por lo menos seis meses de embarazo, me dijo que ese bebé era mío, yo
que le iba a creer- había un dejo de
amargura en su voz-, la quise echar pero mis hermanas me pidieron que la
escuchara, me contó su historia, una muy triste, ella estaba ahí no para pedir
volver, ni que la perdonara, al parecer
no quería al bebé y me pedía que lo tuviera yo. Al principio me reí ¿cómo
creerle si yo la había visto con mis propios ojos?
Una vez más mis hermanas abogaron por ella,
por la criatura que no tenía culpa, ella me daba la opción de que me quedara yo
con mi hijo, antes de entregarlo en adopción, ella no podía ni quería cuidar
ese niño.
Lo pensé y la lleve al
médico, le hicieron estudios, en definitiva ese bebé era mío, me encargue de
sus cuidados, pero no volví a verla con los mismos ojos.
Cuando dio a luz me mando
un mensajito de texto para avisarme que la bebé estaba en el hospital y que la
fuera a buscar, nunca la miro ni siquiera cuando la asistente social la hizo
firmar los papeles en donde me cedía la custodia total y la patria potestad
sobre la niña, ella dio vuelta la cara y no la quiso ver, ni una vez.
Fue difícil al principio
cuidar un bebé, pero mis hermanas me ayudaron, cuando Dani tenía como tres años
se me ocurrió salir con una mujer, pensé que podía darme otra oportunidad, todo
iba bien hasta que supo de Daniela y ya no quiso saber más nada de seguir
saliendo. Quizás por eso no la mencione antes, pero ella y yo somos un paquete.
Respiro profundamente,
durante todo ese tiempo la había mirado fijamente a la cara, y no había
cambiado, pero en esa última frase bajo los ojos, no quería ver su asco, esa
mujer, la que soñó lo habría entendido, pero ésta era de carne y hueso, no
podía mirarla.
-Me imagino que debe haber
sido difícil para ti todo eso, pero yo me refería a que me contarás de tu hija,
¿Cómo es ella?
Al oírla sus ojos buscaron
en su rostro una señal un indicio, no había asco ni nada por el estilo solo
había una sonrisa, una sonrisa que le decía que lo entendía, que lo aceptaba.
-Todos tenemos una historia detrás
nuestro, nadie que se precie de decir que vive, está exento de sufrir, pero lo
bueno es que podemos levantarnos de nuestras caídas y seguir adelante.
Sonrío y comprendió que
fácil era amarla, ella era real.
La conversación continuó,
durante horas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario