miércoles, 26 de noviembre de 2014

Y VIVIERON FELICES POR SIEMPRE

Esta semana tuvieron sus finales felices cuatro novelas en mi ciudad, y esa melosa sensación de romance quedo flotando en el aire.
En lo personal no veo novelas, las leo, las escribo, porque  al verlas me aburro. Pero si veo los finales.
Lo que más me llamo la atención es que tres de las cuatro concluyeron con la escena del casamiento en el registro civil, la mirada de los enamorados, las voces en off de sus pensamientos,  la historia que llevo diez meses, cinco días a la semana durante una hora, resumida en pocos segundos con sus voces emocionadas.
Eso me trajo un recuerdo de lo más novelesco.
Hará unos diez años llegó a mi calle una pareja, en un principio creíamos que eran hermanos, ya que ella era mayor por varios años que él, no tanto como para ser su madre pero si su hermana  mayor.
Ella misma, luego de un tiempo, se encargó de informar que eran de hecho una pareja, así también nos contó que la diferencia de edad no importaba para ellos, y él lo confirmaba llevándola de la mano y  besándola en la puerta al llegar a su casa.
En ese entonces estábamos revolucionados como comunidad, ya que buscábamos que el gobierno nos habilitase un centro cívico donde realizar nuestros trámites legales, desde partidas de nacimiento, defunción, pasaporte, documentación en general, por ese entonces había que viajar para hacerlo, con ese centro tendríamos todo eso a nuestro alcance.
Nos avisaron que la misma presidente vía coaxial, inauguraría por cadena nacional el primer centro cívico.
Así que como imaginaran había un gentío allí ese día, nosotros, como el resto de mis vecinos vimos por televisión el magno evento, que incluía la celebración de la primera boda.
Cual sería  nuestra sorpresa al ver en primer plano al novio, sí, nuestro vecino, era el flamante cónyuge y la novia, no era la que durante cinco años vivió con él a dos casas de la nuestra, sino una mucho más joven, en un notorio estado de embarazo.
No había voz en off, pero todos podíamos leer en la cara del hombre no sólo lo que pensaba, sino también como sufría cada vez que la cámara lo enfocaba.
Durante media hora nuestra ciudad se paralizó,  como reza el dicho, pueblo chico infierno grande, la joven desposada era de un pueblo aledaño en el cual nuestro vecino trabajaba, o eso creíamos.
Él volvió a los pocos días confiando que el tiempo hubiera amainado los ánimos, pero lejos de eso, al llegar pudo ver restos humeantes de su pasado, nuestra vecina había apilado todas sus pertenencias y las había quemado cual holocausto a los dioses de la infidelidad.
Cada tanto se le daba por pasar a ver como estaban las cosas, pero nunca jamás ella lo dejó entrar nuevamente a la casa, al poco tiempo apareció un nuevo habitante allí, un hombre con sienes plateadas con el que reanudo su vida.
Lo que se asemeja la realidad a la ficción,  el ex vecino venía todos los días y ante las ventanas abiertas disfrutaba en primer plano el romance, como expiación a su pecado.
Ahora entienden porque no veo telenovelas, solo basta mirar a quien vive junto a tu casa y ni Corín Tellado y Talía inventarían semejante culebrón.

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